Hematohidrosis

Iglesia Bautista Ágape por el Reverendo Rafael Valter.

El relato bíblico insiste en que Jesús conocía perfectamente todos los sufrimientos que atravesaría antes de morir. Lo deducimos de sus propias palabras que anunciaban su padecimiento y muerte, como de la abundante cantidad de profecías en el Antiguo Testamento haciendo afirmaciones similares. Uno de los textos escritos unos 700 años antes de Cristo dice lo siguiente:

Isaías 53:3-5 

3 Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.

4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. 

5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.

Reconocer que se aproximaba el momento de realizarse todo lo dicho y predicho causó en Jesús tal angustia que Lucas 22:44 dice que de su rostro brotó sangre. Los estudiosos llaman al fenómeno “Hematohidrosis”, que es una palabra compuesta por tres palabras y que no figura como una sola en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Al combinarse las tres palabras de origen griego el significado etimológico puede ser enfermedad que consiste en sudor mezclado con sangre, y los expertos arguyen que es el resultado de un nivel elevado de estrés que causa una hemorragia a las glándulas sudoríparas, causando que los pequeños capilares glandulares se rompan. 

Todo lo anterior nos lleva a concluir que Jesús no murió inesperadamente, tampoco murió por accidente, ni siquiera murió por una injusticia; murió voluntariamente para pagar por los pecados de los seres humanos. La biblia describe que Él sabía bien lo que hacía y que lo hizo por obediencia y porque era imprescindible para poder ofrecer una eternidad alternativa a la humanidad. Es imperativo que nos arrepintamos de nuestros pecados, que pongamos nuestra confianza en Él para que su sacrificio nos beneficie, de otra manera, habremos perdido nuestra única oportunidad de cambiar el destino que nos espera.

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