En el libro La Personalidad Criminal, de los psiquiatras Stanton Samenow y Samuel Yochelson, se relatan los resultados de un experimento en 1950 el cual probó que el crimen no es una enfermedad.
Es recurrente escuchar a los defensores del aborto utilizar la hipótesis de que una muchacha embarazada como resultado de una violación se arriesga a traer al mundo a un criminal por razón de la herencia paterna.
Pero estos dos profesionales, estudiando por un espacio de 17 años, la raíz de los actos de 250 criminales condenados a prisión, concluyeron que dichos actos no pueden conectarse a la herencia, a abusos, a la pobreza, a su entorno, ni a la opresión; en su lugar se comprobó que el crimen es el resultado de tomar malas decisiones.
Todo lo anterior es una poderosa razón para que las jóvenes decidan defender la vida desde la concepción como lo manda la palabra de Dios, pero creo que Dios no responsabiliza únicamente al género femenino de la preservación de la vida.
En el libro de Génesis, Onán no perdió la vida solamente por romper la ley, pero también porque estaba despreciando la oportunidad de tener hijos (Génesis 38:6-10); el aborto no es el único desprecio a la vida, pero es el más fácil de señalar y legislar.
Los abortos también se reducirán si hay más responsabilidad masculina, si repudiáramos la pornografía, si los hombres admitiéramos la santidad del matrimonio, si confesamos que la familia es una institución divina, si aceptáramos la paternidad como un regalo y bendición de Dios, si resistiéramos la infidelidad y rehusáramos el divorcio; todo es cuestión de decisiones, las cuales no pueden ser si la primera no es seguir a Jesucristo como Señor y Salvador. Santiago 4: 7 “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.”
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