Les presento a Micah (Miqueas) Millican, le conocí el año pasado en las oficinas corporativas de la North American Mission Board en Alpharetta, Georgia. No me registré en el hotel antes del evento como debía y andaba incómodo por todo el edificio cargando mi maleta en la espalda y en mi mano un gancho de ropa del cual colgaba una camisa planchada. Miqueas salió de la nada sonriente a ofrecerme colgar mi camisa en un closet. “Búscame al final de la conferencia para ir a traértela, mi nombre es Miqueas” agregó. Se la di y me dije a mí mismo que así es como el cristianismo tenía que ser, servir a otros sin prejuicios.
Un año más tarde estoy con mi esposa al final de una conferencia igual en Scottsdale, Arizona, cuando hacen un anuncio sorpresa, era la presentación de un reconocimiento a una persona especial, la sorpresa fue mía cuando me di cuenta que el honrado era Miqueas (pueden ver el reconocimiento junto a nosotros en la foto), se lo dieron por ser el inventor y organizador del evento en el que estábamos el cual se hace cuatro veces al año y cada vez en una ciudad diferente de los Estados Unidos.
Me conmoví hasta las lágrimas contándole a mi esposa lo que Miqueas había hecho por mí al otro lado del país sin probabilidad de que nadie se enterara. Miqueas es una persona muy importante que tuvo la humildad de colgar mi camisa y de ir a traérmela cuando yo era un simple visitante de los miles que el evento atrae; todo el asunto hizo gravitar mi mente hacia mi Jesús:
“…el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo (Filipenses 2:6-7).
Como pastor de la Iglesia Bautista Ágape en Stone Mountain yo invito constantemente a las personas después de concretar una relación personal con Jesús a comprometerse a ser más como Él, de hecho, yo mismo vivo mi vida tratando de ser más como Jesús, pero ahora doy gracias a Dios por Miqueas porque él es un ejemplo visible de lo que es ser más como Jesús.
Debemos celebrar la humildad de nuestros hermanos y hermanas en Cristo, pero más importantemente de nuestros líderes, porque Dios quiere que “Haya, pues, en vosotros este sentir” (Filipenses 2:5).
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