Semana Santa

Semana-Santa

Estas fechas son para muchos en el mundo entero tiempo de celebración, un pastor Americano amigo mío que es misionero fuera de los Estados Unidos cuenta que cuando llegó a un país de América Latina y oyó que se acercaba “Semana Santa” se sorprendió que se le llamara de esa manera y le despertó la curiosidad por saber qué era lo que la gente haría para celebrar la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesús. Se imaginó que al llegar al domingo de resurrección sería un derroche de alabanza, hermandad y paz.

Grande fue su sorpresa cuando se dió cuenta que lo que la mayoría de la gente hacía en esas fechas era irse a la playa a emborracharse, y que los pleitos, los accidentes de carro y los muertos incrementaban de una manera vertiginosa; vió que todo lo que sucedía no tenía nada que ver con la razón de la celebración.

Aquí en Georgia no tenemos cerca la playa y así mismo es para la gran mayoría de los Estadounidenses, tampoco hay una semana de asueto nacional como en otros países sino únicamente se da el viernes, al que se le llama el buen viernes (Good Friday), la “Semana Santa” pasa entonces casi inadvertida si no fuera por las famosas cacerías de huevos de pascua en el fin de semana de resurrección; entonces muchos hispanos viajan a sus países de origen porque allá es más “alegre” la “Semana Santa”.

Venido el domingo de resurrección millones de personas asisten a la iglesia Cristiana por primera y última vez en el año, y es evidente la desconexión generalizada que hay con lo que estos días significan para las personas.

Este año no hubieron salidas a la playa, viajes fuera del país, o celebraciones multitudinarias, ni para “departir” entre amigos, ni para cazar huevos. Tampoco hubo oportunidad para la única visita a la iglesia que harías este año, hemos sufrido una pausa obligada.

Dios está dando una oportunidad de considerar seriamente lo que Él hizo en estas fechas y que “…habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30); y que con corazón humilde reconozcan el gran favor que nos fue hecho cuando Jesucristo “…fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25). No hay otra manera de hacerlo que aceptando a Cristo como Señor y Salvador.

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