Todos piensan que fue Shakespeare en su obra Otelo quien por primera vez asignó el color verde a los celos, pero fue en realidad la décima musa de platón, Safo, una poetisa griega del siglo séptimo antes de Cristo quien lo hizo. Ella utilizó una palabra griega que puede traducirse ya sea “verde” o “pálido” y se refería a la complexión de la víctima de los celos, porque los griegos creían que dicho sentimiento iba acompañado de una sobreproducción de bilis.
La palabra celos en sí viene del griego “zein” que significa “hervir”, el latín nos lo presenta como “ardor”. Las personas confunden los celos con la envidia, la envidia en realidad es cuando tú no tienes algo, ves que otro lo tiene y tú lo deseas tener, y eso es precisamente lo que significa etimológicamente, del latín, invidere, envidia es una palabra compuesta, donde “in” significa poner sobre y “videre” significa ver, por lo tanto envidia es poner la mirada sobre algo…algo que tú no tienes. Mientras que los celos suceden cuando tú tienes algo o a alguien y una tercera persona amenaza con despojarte de este algo o alguien que te pertenece. Entonces, celos y envidia no son palabras sinónimas aunque las personas por error las utilizan indiferentemente.
La biblia habla de los celos, en Éxodo 20:5 refiriéndose a las imágenes dice: “No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso”. Los celos de Dios no son infundados y enfermizos como a los que suelen estar sujetos los seres humanos, sino son la esencia del término. Si tú has creído en Jesucristo eres hijo de Dios, y si tú te inclinas a una imagen Dios se llena de celos porque estas siendo infiel a una relación única entre Él y tú y eso amenaza con despojarle de tu comunión con Él.
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