Según WebMD, Munchausen es un desorden mental en el que la persona afectada, a propósito y de continuo actúa como si tuviera una enfermedad física o mental que no tiene. El paciente dice tener síntomas o exagera alguno que él mismo se inflige, inclusive altera las muestras de sus propios exámenes de laboratorio para obtener resultados adversos que indiquen enfermedad. Los investigadores desconocen qué causa el padecimiento pero muchos concuerdan en que la finalidad del enfermo es obtener atención.
Al escuchar todo esto no pude evitar pensar en la vida del creyente carnal. Según Romanos 8:1, los creyentes, los que hemos puesto nuestra fé en Cristo, ya no seremos encontrados culpables de pecado el día del juicio, pero ese mismo versículo aclara que la persona que ha sido perdonada debe vivir conforme al Espíritu, eso significa una vida sin pecar deliberadamente.
El creyente carnal es aquel que continúa una vida de pecado a pesar de haber hecho una profesión genuina de fé. Ésta es una persona que se enferma a sí misma cuando realmente está sana del azote del pecado.
Si un médico sospecha que un paciente padece Munchausen busca el tratamiento adecuado al problema. Del mismo modo nuestro Padre Celestial encara el pecado intencional administrandonos uno de dos tratamientos adecuados:
Primeramente, nos perdona si nos arrepentimos. 1Juan 1:9-10 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”
Segundo, si nos resistimos a arrepentirnos nos corrige, Hebreos 12:4-6 dice: “Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.”
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