Es un intercambio filosófico publicado por Platón, en el cual Sócrates y un personaje con dicho nombre tratan de llegar al origen de lo que permite tomar decisiones moralmente correctas. Al ser cuestionado, Eutifrón da tres respuestas, la primera ligada al subjetivismo ético y las últimas dos al relativismo moral y es de ahí que surge una de las preguntas más famosas de la filosofía, la cual fue reformulada de una cultura politeísta a una monoteísta por Gottfried Leibniz, un filósofo alemán del siglo XVIII de la siguiente manera: “¿Es lo bueno y justo, bueno porque Dios lo quiere, o es que Dios lo quiere porque es bueno y justo?”
Ha habido muchos debates filosóficos y religiosos que defienden los dos lados de la premisa, incluso hay quienes ofrecen una tercera opción y designan la proposición como un ejemplo excelente de falacia del tercero excluido, pero la respuesta verdadera a la pregunta original se encuentra escondida en la realidad de que existen los absolutos morales. Tal afirmación no es debatible a pesar de que es polemizada a la luz de diferentes disciplinas.
Porque el estándar de la bondad es Dios (Salmo 107:1). El estándar de la justicia es Dios (Salmo 145:17). Tales aserciones lo vuelven un norte moral. Dios establece lo que es bueno y lo que es justo y lo presenta en Su palabra, la cual ofrece principios para la toma de decisiones moralmente correctas; lo bueno y justo lo es porque Dios lo quiere, pero su naturaleza perfecta le impide querer que algo malo e injusto sea llamado bueno y justo.
¿Por qué es que hay personas que no aceptan esta realidad? Porque hacerlo implica rendirse a la voluntad de Dios y dejar sus deseos inmorales e incorrectos.
1Juan 2:17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
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