El transporte de ganado es algo en lo que casi nadie, en el medio urbano, se detiene a pensar. Los animales se transportan por diferentes razones, cambio de residencia, o de propietario, para llevarlos al matadero o a venderlos.
Se transportan de muchas maneras, por camión, por tren, por barco, y hasta por avión. Transportarlos es difícil, costoso, peligroso y conlleva alto riesgo de pérdidas económicas si la calidad de la carne o el valor de su venta se ven afectadas. Entre las cosas que dañan la carne están el estrés y los hematomas. Entre las cosas que dañan su valor de venta están las lesiones a las patas y los cuernos resultado de peleas o golpes al ser cargados o descargados de los tráileres.
Otra razón por la que puede haber pérdida económica es por muerte, es común que los rumiantes se asfixien por el hacinamiento o fallezcan por cansancio, porque al ser transportados, especialmente por camión, los toros van de pie, y solo pueden permanecer parados por cierto tiempo, si un conductor se tarda mucho y un toro se cansa y se echa, es seguro que los otros toros lo pisotearían hasta matarlo. El costo de un toro supera el valor de la ganancia que el transportista pudiera haber obtenido al completar el viaje.
Es por lo que los camioneros con fletes bovinos son famosos por no detenerse por ninguna razón, manejan desde que cargan hasta que descargan, no comen, no duermen, ni van al baño porque reconocen la urgencia de completar la tarea.
Esa misma clase de urgencia es la que manifestamos los cristianos al evangelizar porque reconocemos el peligro y la pérdida que significa que una persona no haya escuchado de Cristo; por eso anunciamos sin tregua: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.” (Hechos 16:31)
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