El fin de semana recién pasado estuvimos celebrando el día de las madres, la fiesta trajo a memoria una frase muy resonada de la actriz de la india, Urvashi, quien dijo que “en cada niña hay una madre.”
Ella no sabe que lo que dijo es una verdad literal, porque según los científicos, las mujeres nacen llevando dentro de sí absolutamente todos los óvulos que un día se volverían sus hijos. Las mujeres no producen óvulos durante su vida. A esos óvulos inmaduros se les llama ovocitos.
Un feto hembra ya trae dentro de sí alrededor de 6 millones de ovocitos. El número se comienza a reducir durante la gestación y las niñas nacen con menos de 2 millones. Al alcanzar la pubertad tienen de 300 mil a 400 mil ovocitos dentro y durante el período de cada jovencita y mujer madura uno a la vez el cual se convierte en un óvulo fecundable.
Saber que el óvulo del que procedemos estuvo en nuestra mamá desde la concepción de ella misma es asombroso, nos hace percatarnos de que la intención de que existiéramos ya estaba presente, da la idea de una continuidad de la raza humana.
La biblia confirma la observación cuando afirma que Dios nos conoce desde antes de haber sido concebidos, así lo dice Jeremías 1:5, de manera que no solamente existía la capacidad de que nos formáramos, sino para Dios éramos un hecho, somos la consolidación en potencia de una promesa delineada en Génesis 15:5, donde Dios promete a Abraham una descendencia incontable como las estrellas del firmamento, eso incluye personas de todos los tiempos, de todos los colores y lenguas porque Abraham es llamado padre de la fé, de manera que no son descendientes físicos, sino personas que siguen su ejemplo y le creen a Dios. Somos descendientes de Abraham cuando creemos a Dios que debemos poner nuestra fé en su Hijo Jesucristo.
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