Brújula

Hay muchos instrumentos que aprendimos a utilizar de niños pero que ahora han caído en desuso, ese es el caso de la brújula, de tanta importancia en la antigüedad que sirvió para delinear los mapas, y más increíblemente aún, para poder mantener un curso marítimo y llegar a encontrar muchos lugares que nunca habían sido visitados por los hombres del viejo mundo. En la mar es en especial necesaria pues definitivamente no hay ninguna señal terrestre que te pueda servir de guía, y era además un respaldo indispensable en las noches en las que las luminarias del cielo no eran visibles y no podían ser utilizadas para ubicarse.

La brújula consta de una aguja magnetizada que se posa sobre algún material que flote y que le permita girar libremente sobre un líquido, y lo que hace la aguja, es alinearse con los polos de la tierra, un extremo apuntará al norte magnético y el otro extremo al sur. Lo hace porque cuando la tierra gira produce magnetismo que se concentra en los polos.

La brújula no te dice dónde estás, tampoco a donde ir, solo te dice en qué dirección está el norte y a partir de eso puedes ubicarte para ir a donde quieres llegar. Hay un pasaje en la biblia que dice que cada uno tenemos una especie de brújula espiritual que nos lleva a buscar nuestro destino eterno. Eclesiastés 3:11 dice que Dios “ha puesto eternidad” en nuestros corazones. Podemos saber y sentir que no estamos en el lugar de nuestro eterno descanso y por eso sentimos la necesidad de buscar a Dios.

Dios no nos obliga a ir en la dirección correcta pero ha señalizado la ruta para que podamos seguirla: “Allí habrá un camino empedrado, que será llamado ‘Camino de Santidad’. No pasará por allí nada impuro, porque Dios mismo estará con ellos. Si alguien pasa por este camino, no se extraviará, por más torpe que sea.” – Isaías 35:8.

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